(Traductor: Lluïsa Garriga.)
A veces me preguntan por qué vivo en España. La respuesta breve es que, como muchos otros inmigrantes, vivo en España porque quiero. Fueron diez años de intentar disponer de un trabajo aquí (desde fuera de Europa), pero la razón principal por la que mi compañera y yo hemos escogido este país es porque es uno de los mejores lugares del mundo para educar a los hijos. Pero, ¿es que realmente existe en este planeta un lugar que sea literalmente un paraíso para los padres y, por lo tanto, que sea más probablemente un paraíso para los niños? ¿Es este el lugar donde no hay que replantearse el ejercer como padres porque ya se ha llegado a la perfección?
España dista mucho de no tener fallos pero hay signos inequívocos de que es, teniendo en cuenta criterios muy serios, uno de los cinco mejores países donde educar a los niños. Un informe de las Naciones Unidas (UNICEF) publicado en 2007 examinaba varios aspectos para el bienestar infantil y España quedó en la clasificación general sólo por detrás de Holanda, Suecia, Dinamarca y Finlandia. En concreto, España fue el segundo país de una lista de veintiún países ricos por lo que respecta al “bienestar subjetivo” (“el que sienten y describen los propios niños”)[1]. También se consideró que España está entre los ocho primeros respecto a la seguridad, la salud y las “relaciones con la familia y los amigos”. Ocupó el quinto puesto por lo que se refiere a las actividades relacionadas tanto con la salud física como mental, pero cayó hasta el puesto decimoquinto en educación, definida como los logros en el colegio y el paso hacia el mundo laboral. [2]
Incluso si aceptamos que estos aspectos de la vida no siempre son fácilmente mesurables, cuando son considerados conjuntamente sí que apuntan hacia una calidad en la vida de los jóvenes de aquí que está muy lejos de, por ejemplo, la de Estados Unidos o el Reino Unido (que obtuvieron los puestos 20º y 21º respectivamente.)
Naturalmente, mi percepción de este país (que estaría mejor definido si lo describiéramos como un conglomerado de naciones o regiones (semi)-autónomas) es la de un inmigrante. En el momento en que escribo esto mi familia y yo llevamos aquí poco más de tres años, lo que ya es tiempo suficiente para formarse opiniones válidas sobre esta tierra, pero obviamente estas impresiones se han gestado desde el punto de vista de un “extranjero”. Creo que puedo ser relativamente objetivo y tener una visión clara de esta parte del globo porque casi no tengo prejuicios nacionalistas hacia España o, en este sentido, hacia el país donde nací (¡excepto, quizás, en algún acontecimiento deportivo!
Si se les pregunta sobre las ventajas de sacar adelante a los hijos en España, muchas madres y padres te hablarán sobre el clima de aquí, el estilo de vida más al aire libre, las playas, los espacios abiertos y la belleza natural de las llanuras, bosques y montañas. Aquellos que proceden de países del norte, como Inglaterra u Holanda, a menudo sacan a colación cómo les atrae el sol y cómo disfrutan de los largos días de verano ya que tienen más horas de luz. Para algunos de ellos, también es un aliciente que los precios de las viviendas sean más asequibles.
Pero para alguien como yo, que se ha pasado las primeras tres cuartas partes de su vida en Australia, hay muchas otras razones por las que escoger esta zona del mundo para vivir y para tener hijos. Una de las cosas que más me ha llamado la atención es cómo se trata y valora a los niños en Europa, pero más especialmente en los países mediterráneos, como este. Aquí es muy común ver tanto a mujeres como hombres inclinados sobre los cochecitos de bebé de otros padres, hablando, sonriendo y haciéndoles monerías a bebés y niños pequeños. Los niños ya un poco mayores (¡o incluso los adolescentes!) también disfrutan de su cuota de atención positiva por parte de adultos que no son sus padres, lo que sólo se puede explicar teniendo en cuenta que aquí hay más familias extensas (tíos, primos, etc.) y parientes que aún viven cerca, a la manera tradicional. En muchas ocasiones los padres, sencillamente, se llevan a sus hijos a sus citas sociales. Un verano, cuando salía a las tres de la madrugada de un club céntrico que ofrecía música en directo (lo que para mí es muy raro últimamente) ¡vi a un niño que no tendría ni dos años andando inseguro pero feliz alrededor de sus padres!
Naturalmente, acostarse tarde hace tiempo que forma parte de la cultura española para adultos y niños por igual. Tal como dice el periodista José Luis Barbería: “de hecho, el poder acostarse pasada la medianoche ya hace algún tiempo que se ha convertido en una especie de ritual de iniciación para los adolescentes. Más del 40% de la gente joven decide salir cada noche del fin de semana”[3]. Mientras que esto podría parecer grave a muchos de los que no viven por aquí, no parece que acarree consecuencias negativas para la mayoría de jóvenes, en gran medida porque el consumo de drogas y alcohol es, en general, moderado (excepto a ciertas horas, que es de lo que hablaré en la próxima sección “ En contra”.)
Probablemente, el hecho de que los españoles jóvenes sean aceptados, o incluso se les anime a que formen parte de los placeres de la vida adulta (incluída la vida nocturna) es porque generalmente no causan problemas graves cuando salen. Sin embargo, la actitud tradicional hacia los niños y adolescentes en muchos otros lugares del mundo “desarrollado”, por contra, es de que “deben ser vistos, pero no oídos”. Yo mismo tuve que escuchar estos comentarios muchas veces cuando era niño, y el hecho de que todavía lo recuerde treinta años después es una muestra de cuánto me llegaron a marcar en su momento.
Aunque se podría discutir sobre si es un punto de vista merecido o no, la actitud predominante hoy en día en países como Inglaterra u otras naciones más “nuevas”, como Australia o Estados Unidos, es que los niños son básicamente una molestia, especialmente cuando no son tus hijos. Sólo la palabra “joven” ya nos lleva a realizar asociaciones mentales que, para muchos, son desagradables. Tal como yo lo veo, encontrarse con el típico grupo de adolescentes en una calle normal en España es muchísimo menos desagradable, intimidatorio o amenazador que en los países anglo-sajones. Los jóvenes españoles hacen el mismo ruido que en cualquier otro sitio, pero su comportamiento en público en muy raras ocasiones supone una amenaza, sino que incluso muy a menudo muestran una buena educación y deferencia hacia los adultos que es una rareza en las sociedades donde “la riqueza es lo más importante”.
Asímismo, he observado que los jóvenes de aquí, especialmente los adolescentes, tienen mucha confianza en sí mismos, lo que a mí me parece que es una especie de “dominio de sí mismo” que es mucho menos frecuente en otros lugares. Me resultaría difícil decir si este aire de autosuficiencia se genera pasando más tiempo en actividades sociales con los adultos o procede de otras fuentes, pero a mí me parece un aspecto destacado de esta sociedad. Con esto tampoco quiero decir que haya una ausencia completa de bravatas (de las que, en otros lugares, se pueden hallar compendios en la cultura hip-hop/rap que ahora está tan en voga) pero es una cualidad que no parece provenir de ser especialmente independiente o de tener confianza en uno mismo, más bien al contrario.
Una explicación posible para esta sensación de auto-dominio de los jóvenes se basaría en lo bien que los niños mayores tratan a los más pequeños, algo que a mí me sorprendió gratamente comprobar. Pese a que hay el mismo acoso y rencor entre hermanos que en cualquier otro país, al menos en público los mayores tratan con cuidado y afecto a los pequeños. Todavía es común la costumbre de que los hermanos y hermanas mayores se ocupen de los más pequeños de la familia cuando no se puede contar con los padres o los abuelos.
Bart, un padre americano de ascendencia holandesa que tiene dos hijos, también se ha fijado en este aspecto de la vida española. Según él:
“Aquí la gente se preocupa de verdad por los niños de otras personas. El sentido de la comunidad es muy fuerte y nuestros hijos forman parte de ese grupo más extenso. Ya en nuestra primera semana aquí recibimos invitaciones por parte de conocidos españoles, y lo único que puedo decir es que nos brindaron una cálida bienvenida”.
En España (y en Catalunya, donde yo vivo) la importancia de la familia y los hijos tiene un puesto casi garantizado en las rutinas de la vida cotidiana. Cada domingo es “el día de la familia”, lo que ya es una costumbre bastante bien enraizada. A diferencia de Inglaterra, domingo no significa desplazarse a un centro comercial cerrado o a la “calle mayor” a pasear de una manera vagamente conjunta, o quedarse en casa pegados al ordenador o viendo diferentes teles en sendas habitaciones; aquí implica estar juntos, comer juntos, ir a pasear juntos y comportarse como un grupo familiar, a veces extenso, pero compacto. Muy pocas tiendas abren este día santificado y sólo parece que hagan buen negocio los restaurantes, y esto sucede incluso en ciudades mayores y más modernizadas, como Barcelona. También intervienen otros factores, pero en aquellos países donde los comercios están abiertos siete días a la semana (como en Australia), no puede ser una coincidencia que sea donde se producen más rupturas familiares.
Aunque indudablemente la unidad familiar y sus tradiciones, como las largas reuniones de los domingos, pueden en algunas ocasiones resultar claustrofóbicas y, en algunos casos incluso asfixiantes, también supone una ventaja a tener en cuenta. Pasar al menos un día entero en compañía de la familia debe de ser bueno para fomentar las relaciones, incluso si se producen momentos de tensión o de resentimiento en las reuniones “forzadas socialmente”.
Por supuesto que las familias (incluyendo a mi familia) no se pueden separar de una sociedad mucho más amplia, lo que en España se cumple especialmente. El entorno social fuera del hogar también es de vital importancia en el desarrollo de los niños, en parte porque se lleva a casa a través de las nuevas tecnologías, como los medios de comunicación e internet, y probablemente es mucho más destacado en televisión. En general, hay muchas pruebas anecdóticas de que, a pesar del dramático aumento del desempleo debido a la reciente crisis económica, España todavía es, en general, un lugar feliz. La sociedad está eminentemente satisfecha, y hay estudios más sistemáticos que parecen confirmar este extremo. Una encuesta de hace poco tiempo de la OMS (Organización Mundial de la Salud) descrubrió que sólo el 6% de la población española mostró “sufrir alguna angustia emocional”, frente a un mínimo de 22% de británicos y Australianos o a un sorprendente 26% de los estadounidenses[4]. Así que, si el mundo que hay más allá de tu puerta está básicamente libre de cualquier tensión o ansiedad, parece de sentido común que el mundo privado también será, probablemente, relativamente tranquilo la mayor parte del tiempo.
La educación es un tema que puede ser foco de preocupación para madres y padres, pero hay pruebas fehacientes de que en España esto no es así. En un estudio sobre la actitud de los padres respecto a la escuela de sus hijos, el 80,5% de los encuestados estaban bastante de acuerdo en que “es fácil ponerse en contacto con los profesores” y en un porcentaje también elevado, el 76,2%, coincidían en que “los padres son bien recibidos en los colegios”. La misma encuesta también encontró que el 73,2% opinaba que “los profesores son respetuosos y comunicativos para con los padres”.[5]
Sin embargo, un informe publicado por FUNCAS¨ [la Fundación de las Cajas de Ahorros] mostraba que el 49,5% de los padres creen que el nivel de conocimientos que cabría esperar en sus hijos es “demasiado bajo”, un 44,6% pensaban que es “aceptable” y sólo un 5,5% creen que es “demasiado alto”. A pesar de ello, los padres encuestados le dieron al sistema educativo español en conjunto un 3 sobre 5, y un 82% manifestaron estar “contentos” o “muy contentos” con el colegio de sus hijos, dándoles a las escuelas una media de 4,1 sobre 5.
Víctor Pérez-Díaz, uno de los autores del informe, deduce de estos resultados que en general las familias están contentas con las escuelas de sus hijos, pero no con la calidad de la enseñanza en España globalmente. Es muy significativo que una amplia mayoría, el 95,6% de los padres entrevistados, comprendían que ellos eran los principales responsables de educar a sus hijos, con un 72,9% que estaba de acuerdo en que la familia es el factor de influencia más importante en la educación de un niño, y con un 15,8% que también mencionaba a los amigos y compañeros de clase y sólo 6,9% que citaba a la escuela en sí misma.[6]
Estos son sólo unos pocos de los aspectos a favor del hecho de que España sea una especie de paraíso tanto para niños como para padres. Brevemente, os sugiero otros factores importantes, que son:
- Algunos padres (entre los que me incluyo) creen que, comparado con otros muchos países, España es en general un lugar seguro para niños y adultos por igual. Rubén, padre de un niño de dos años, dice:
“Yo antes vivía en Estados Unidos y me parece que aquí se está mucho más seguro. Hay mucha menos violencia y crímenes a mano armada, y en las calles no se siente ni por asomo el mismo peligro que en América”.
- A finales de 2007 España se había sumado a otros 16 de los 46 estados miembros de la Unión Europea en prohibir pegar a los niños. Anteriormente, según la ley española, los padres tenían la potestad de “corregir a sus hijos de manera razonable y moderada”, pero el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero ha votado a favor de suprimir esa premisa para evitar cualquier posible ambigüedad.
- En el año 2000, el Parlamento de la región autónoma de Navarra aprobó una ley absolutamente innovadora que permitía a todas las parejas registradas en dicha región (incluyendo a las parejas de un mismo sexo) adoptar niños. (En el Primer Capítulo de este libro yo hacía mía la idea de que se tenía que considerar que un padre es aquel que proporciona a un niño cuidados constantes, afecto e interés.)
- España se ha convertido en el segundo país del mundo con mayor número de adopciones internacionales (tan sólo por detrás de Estados Unidos)[7], lo que es una noticia estupenda para cualquiera que esté a la espera de convertirse en un padre adoptivo.
- Mientras que el racismo en España es un problema real y sistemáticamente se trata mal a los que proceden de entornos minoritarios (tal como defiendo en la sección siguiente: el “En Contra”), ya hay muestras de que está creciendo lentamente la tolerancia hacia las personas de fuera de España. Es difícil saber a ciencia cierta si esto se deriva sólo del peso absoluto del número de “guiris” que ahora viven aquí, pero Manuela, madre de dos niños de primaria, representa ese crecimiento de una parte de la España más acogedora y permisiva cuando dice:
“Nos tenemos que abrir a otras culturas. Mis hijos tendrán en el futuro la oportunidad de conocer a niños y niñas de otros países. Cuando son pequeños son como esponjas, así que esto les preparará bien para la vida, especialmente si tienen que viajar o irse a vivir a otro lugar. Hace poco mi hijo llegó a casa y dijo ‘tengo un amigo nuevo en el “cole” que es de India’. ¡Eso sí que me parece una buena formación!”
- A diferencia de, por ejemplo, Australia, España tiene un marcado historial (y una cultura muy viva hoy en día) de debate político e intelectual. Generalmente, se respeta a aquellos que hacen de la palabra su modus vivendi (incluidos los escritores y los medios de comunicación). Aunque también es verdad que algunos debates de asuntos de actualidad pueden ser predeciblemente tensos dependiendo de las líneas ideológicas, el mero hecho de que exista la discusión pública ya significa que los jóvenes pueden ser, y de hecho son, muy activos en las asociaciones y organizaciones locales. El orgullo por su región que muestran tanto adultos como niños significa que muy a menudo se toman el interés de defenderla y de formar parte de su vida colectiva. Hay muchos menos españoles que se desplacen de su zona que, pongamos, los norteamericanos, lo que crea vínculos afectivos para con la gente y los lugares en los que se ha crecido. En otras palabras, los adultos y jóvenes de aquí “conocen sus raíces” y sienten un respeto fundamental por ellas.
- Relacionado con el punto anterior nos encontramos el hecho de que en España hay muchos espacios públicos que carecen de cualquier interés comercial. Las plazas no son centros comerciales y las ramblas no se han concebido principalmente para hacer negocio. Los parques son numerosos y no son “parques de negocios” para comprar o vender. La plaza del pueblo no es una “tienda” sino que, por el contrario, se reserva para festivales o protestas. Todos estos lugares son para relajarse, pasear, charlar, reunirse, hacer vida social y jugar. Son sociales por naturaleza y funcionan como espacios para actividades comunitarias y no sólo como sitios donde gastar dinero. Para alguien como yo, que crecí con la idea de que la vida del joven se reduce a un centro comercial con varios pisos, le va bien saber que mi hijo y sus amigos no pasarán su tiempo libre sentados en un lugar donde todo el mundo es, primordialmente, un consumidor.
- En España existe la cultura de la comida sana, en parte porque los niños, por norma general, no se juntan en los restaurantes de comida rápida. A diferencia del Reino Unido o Estados Unidos, la mayoría de los adultos comen bien la mayor parte de las veces y esto, normalmente, se transmite a los más jóvenes de la sociedad. Los problemas de obesidad infantil en España son mucho menos graves que en los Estados Unidos (aunque parece que se está poniendo bastante al día si tenemos en cuenta las cifras sobre niños con sobrepeso que se publicaron en 2005)[8]. Hablando en términos generales, el dominio de la “comida basura” típica, especialmente las marcas más extendidas y las cadenas internacionales, es menor en España que en muchos otros países desarrollados. Se ha hablado y escrito mucho sobre lo beneficiosa que es la dieta mediterránea y quizá sea esta una de las razones por las que en una encuesta de 2009, tres cuartas partes de la población española pensaban que su salud era buena o muy buena, lo que colocó a España en el segundo puesto de Europa.[9]
Blanca, que ha vivido en varios países fuera de la Península Ibérica y es madre de tres hijos, tiene una visión de España que realmente resume muchas de las ventajas de residir en este país. Sus palabras son la conclusión perfecta si es el caso de estar a favor de España como paraíso para los padres:
“Creo que los niños aquí se sienten mucho más libres que en otros países. Pueden jugar y corretear por ahí porque puedes contar con los vecinos y los amigos. En Inglaterra nunca tuve esta sensación. La gente de allí sólo se mete en sus asuntos y mira para el otro lado. Aquí nos conocemos todos y pasamos más tiempo juntos”.
“AQUÍ NO SE EDUCA A LOS NIÑOS PARA QUE TENGAN UNA MENTALIDAD INTERNACIONAL- EN CONTRA:
Puede que España tenga muchos puntos a favor a la hora de ser un paraíso para los padres (así como para los chiquillos), pero también tiene muchos inconvenientes para los padres y madres. Las fuerzas que actúan en contra de poder ejercer correctamente de padres son muchas y muy variadas, y están provocando que este país ya no sea un lugar tan perfecto en el que educar a los hijos.
Una cosa que me chocó poco después de venirme a vivir aquí fue que muchos padres españoles están demasiado viciados con dejar que sus hijos jueguen con petardos. Personalmente, en mi primera celebración de la verbena de San Juan, fui testigo de un caso bien desagradable. Un niño de (entonces) 5 años, amigo de mi hijo, había estado jugando con petardos solo durante varias horas, con muy poca supervisión directa por parte de sus padres. Este niño estaba muy cerca de una pequeña hoguera que ardía en la plaza donde estábamos, y lanzó algún petardo dentro. Tal y como era de esperar, éste explosionó, hiriendo a una niña que estaba cerca además de herirle a él mismo la cara y los ojos. Mi mujer tuvo la suficiente presencia de ánimo como para echarle agua en los ojos; se lo llevaron rápidamente a un hospital para que recibiera tratamiento. \ Si lo tuviéramos que juzgar únicamente por el tamaño de la explosión que salió del fuego, yo diría que el niño fue muy afortunado de no haber sufrido daños permanentes en el ojo. (Quizá el único resultado positivo que podemos extraer de ello es que nuestro hijo, al ver lo que le pasó a su amigo, todavía tiene miedo de los petardos años después de que sucediese).
Otra persona que comparte estas preocupaciones es Juan Pedro Barret, jefe de la unidad de quemados del hospital Vall d’Hebron de Barcelona. El doctor Barret está cansado de ver heridas causadas por el mal uso de los petardos, entre las que se incluye la necesidad de amputar dedos, manos o pies. Él cree que la noche de San Juan es una de las peores que te pueden tocar de guardia en el departamento de urgencias. Según él[10], hay un flujo constante de personas heridas, pero que, desde que se introdujeron medidas de seguridad a mediados de los años noventa, el número de heridos graves ha descendido ligeramente.
En una votación (entre 2165 personas) que llevó a cabo el periódico El País[11], el 70% estaban de acuerdo en que se establecieran medidas restrictivas en cuanto a la celebración de festivales con pirotecnia debido al peligro. Pero, mientras que mucha gente en España tiene una actitud relajada por lo que respecta a tener explosivos cerca, donde hay fuego también hay humo (para darle la vuelta a un viejo refrán inglés).
Y aquí me refiero al humo procedente de los cigarrillos, y, en este aspecto, la mayoría de los españoles no ve ningún inconveniente en fumar cerca de los jóvenes o los niños. Una encuesta de 2008 llevada a cabo por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica descubrió que entre el 50 y el 70% de los niños españoles son, de hecho, fumadores pasivos.[12] El mismo informe demostraba que el 92% de los hogares españoles no están libres de humo, siendo el porcentaje más alto de Europa.[13] De hecho, el 85% de los fumadores españoles admiten que fuman en presencia de no-fumadores, la mayoría de los cuales son niños. Quizá deberíamos admirar tanta honestidad, pero esto nos sugiere que los problemas de salud causados por los cigarrillos o bien no se entienden debidamente o bien son ampliamente pasados por alto. Constituye un contraste muy marcado comparado con un país como Italia, que está empezando a dejar atrás su filosofía de “fuma donde quieras”. España tendría que seguir el ejemplo de la ciudad italiana de Nápoles y prohibir fumar en parques públicos, donde hay niños menores de doce años y mujeres embarazadas.[14]
Mientras que el fumar afecta al crecimiento sano de los pequeños, hay otro factor que me parece que está limitando el desarrollo mental y social de los niños (y adultos) de aquí. Simple y llanamente, España dista mucho de ser un país multicultural como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda o Gran Bretaña. Se trata de un aspecto realmente negativo para cualquier padre que quiera educar a sus hijos en la tolerancia hacia la mezcla de culturas de la que todos formamos parte, hasta cierto punto, en los albores del siglo XXI (¡nos guste o no!).
Gracias a unas políticas de inmigración relativamente nuevas, España ahora está más mezclada étnicamente que sociedades más homogéneas como las de Japón, Finlandia o Corea, pero a la España actual aún le faltan sociedades extranjeras bien establecidas. Va creciendo el número de norteafricanos o europeos del este, por ejemplo, pero aquí los no-españoles todavía están al margen de la sociedad desde un punto de vista cultural. Yo creo que a los niños les resulta muy beneficioso crecer junto con gente que pueda parecer diferentes de ellos, comen comida distinta, hablan otros idiomas y tengan padres que procedan de un más amplio espectro del planeta.
Sin embargo, España está cambiando en este sentido, y en muchas de las grandes ciudades el cambio se está produciendo rápidamente. La actitud progresista de personas como Manuela de la sección anterior, que ha abrazado la idea de una España cada vez más pluricultural, todavía no es tan común como debiera. Femka, una holandesa madre de dos preadolescentes, ve estas desventajas:
“A los niños de aquí no se les educa para que tengan una mentalidad internacional. En la escuela se centran mucho en aprender sobre esta zona y su geografía. No aprenden suficientes cosas sobre el resto del mundo. Además, la calidad de la enseñanza del inglés u otros idiomas es muy baja en las escuelas públicas”.
De hecho, en este sentido España me recuerda mucho a la Australia o a la Gran Bretaña de las décadas de 1950 y 1960. Este país sólo ha empezado a experimentar realmente lo que significa tener números significativos de inmigrantes de todo el mundo en la última década, pero para un 13% de la población aquellos clasificados como “extranjeros” no cuentan. [15] Tanto el Reino Unido como Australia mostraron entonces todos los tipos de racismo que España muestra hoy. El fanatismo por parte de los anglosajones aún se da extensamente, pero a menudo de una forma más moderna – la que se genera con años de vecindad y una integración al menos parcial de las comunidades de minoría étnica, cuyos hijos son “inmigrantes” de segunda generación y, con frecuencia, parte del flujo de la corriente principal de la sociedad.
Y cuando se trata de la corriente principal en España, uno de los aspectos más extendidos de la vida aquí (a pesar del creciente número de divorcios) es la fuerza de la unidad familiar, como ya he mencionado en la sección anterior. Pero esta fortaleza también puede desembocar en una debilidad. Tal como dice Javier Elzo, Doctor en Sociología de la Universidad de Deusto, en Bilbao, “España tiene uno de los porcentajes más bajos de jóvenes independientes de sus familias.”[16] Según el Instituto para Jóvenes “Injuve”, casi dos terceras partes de los españoles de entre 25 y 29 años vive de sus padres[17], cifra que pone de manifiesto la tendencia hacia un mayor número de “adolescentes eternos” que viven en casa de sus padres hasta bien entrada la edad adulta y (posiblemente) sólo maduren si ellos tienen sus propios hijos algún día.
Como descubrió el periodista José Luis Barbería, esto es algo común en los países desarrollados, pero en España alcanza niveles demasiado altos. Los estudios muestran que los españoles jóvenes (entre 15 y 29 años de edad) aman a su familia por encima de cualquier otra cosa. Pero también ponen de manifiesto que el 51% de los hombres jóvenes españoles y el 50% de las mujeres con trabajo y los medios económicos suficientes para irse de casa escogen no hacerlo. En comparación, en Francia, que comparte muchos de los fuertes lazos familiares que son comunes en los países del sur de Europa, las cifras son del 37% y el 33% respectivamente.[18] Yo creo que esto es un auténtico problema porque niega a los padres la libertad respecto a sus hijos que seguro que se han ganado en esa etapa de su vida. También crea en los hijos adultos un hábito arraigado de dependencia que es perjudicial. Puede ocasionar que estos adultos sean mucho menos responsables de lo que sería ideal si ellos a su vez son padres.
Otro problema creciente es el aumento aparente del consumo de alcohol por parte de los jóvenes de este país. Una encuesta reciente del Ministerio de Sanidad reveló que, mientras que hace diez años uno de cada cuatro adolescentes bebía con la intención de emborracharse, actualmente esta cifra se sitúa en un alarmante 50%.[19] Algunos observadores apuntan a que las fiestas para beber en masa, en la calle o en la playa, fenómeno que se conoce como botellón, son una prueba de que esto es un problema. Según el punto de vista de María Jesús Funes, profesora de la UNED en Madrid, el botellón no es tanto un problema de alcoholismo masivo como de una expresión social o una excusa para que la gente joven se reúna.[20]
Desde luego este punto de vista no lo compartía María Amelia, “la persona más anciana en tener un blog”. Esta abuela gallega, conocida internacionalmente y que murió en 2009 a los 95 años de edad, se quejaba amargamente de un botellón que se había desmadrado a raíz de una fiesta local muy próxima a su hogar de Muxía, A Coruña. Para su mentalidad, esa música tan alta que duraba toda la noche no era sino una señal de falta de respecto y “barbarie loca”. No entendía cómo podía haber alguien que lo encontrara divertido.[21] En algunos casos estas reuniones son indicativas de un egoísmo al que le resulta indiferente que la gente necesite dormir, y muestra una actitud de falta de sensibilidad, al dejar el desorden de botellas rotas, vómito u orina a las puertas de las casas de los demás. Esta no es la España en la que quiero que crezca mi hijo.
Estas son las razones con más peso del porqué puede que España no sea el mejor lugar en el que crezcan los hijos de nadie, pero aún hay más aspectos que me preocupan:
- En el momento en que escribo esto, el desempleo en España se sitúa alrededor del 20%, y en la franja de edad entre 16 y 25 es un apabullante 38%, la tasa de desempleo juvenil más alta de Europa.[22] Esta cifra pone de relieve lo que muchos economistas llevan años diciendo sobre la economía española: que está demasiado basada en el boom de la construcción y el turismo. Esto nos anticipa un futuro, al menos a medio plazo, en el que los empleos para los jóvenes (así como para algunos padres) serán aún más escasos.
- Puede que el cuidado de los niños sea de gran calidad en España, lo que me consta por experiencia propia, pero disponer de ello es un hecho tan fragmentado como la decoración de los edificios de Gaudí. Isabella, madre soltera de un adolescente, se lamenta:
“Por lo que se refiere a las instalaciones para cuidar niños en el puesto de trabajo, este país lleva un retraso de por lo menos veinte años respecto a otros. Es una situación muy complicada para las madres trabajadoras. Para los padres no es un problema grave, pero si no tienes familiares cerca que te puedan ayudar, siempre te va a tocar pagar la ayuda que necesitas.”
- España está muy cerca de la media de bajas de maternidad y paternidad de [15 días] pagadas, pero aún está muy lejos de otros países europeos (especialmente los escandinavos) si hablamos de apoyo integral a los padres. Yo afirmaría que en este punto tan crucial el modelo que todos los países del mundo deberían seguir es el de Islandia, donde los padres pueden dejar su trabajo durante tres meses enteros con el 80% del sueldo.
- La típica familia española se puede extender demasiado. María, una madre que conozco, estaba tan decidida a escapar de su machacona, metomentodo y muy a menudo insultante suegra, que creyó que no tenía otra alternativa que irse de la casa que compartía con los padres de su marido (¡de hecho, se fue a otro país!). Por el bien de los niños, así como por el de los padres hasta cierto punto, es mejor evitar vivir en estas situaciones de estrés innecesario.
- Algunas de las actitudes para con los más jóvenes son directamente extravagantes. Un ejemplo que nos viene al dedillo es el festival de El Colacho, del pueblo de Castrillo de Murcia, situado al pie de los montes Cántabros. Esta celebración tan peculiar data de 1620 y se repite cada año en la festividad de Corpus Christi. Se coloca a todos los bebés que hayan nacido en los doce meses anteriores en un colchón y los hombres adultos (vestidos de demonios), saltan encima de ellos por turnos. En muchas ocasiones hay que lamentar heridos, aunque casi siempre son entre los mayores. Parece ser que existía la creencia de que saltar por encima de los bebés les libraba del “pecado original”, aunque ahora la Iglesia Católica desaprueba esta tradición. Quizá a algunas personas les pueda resultar divertido usar a los bebés como si fueran vallas llanas, pero yo no puedo dejar de pensar que en cualquier sitio donde se corran este tipo de riesgos con niños tan pequeños le está dando prioridad a continuar una superstición absurda por delante de la seguridad de los niños que sería de sentido común.
- España no es inmune a lo que se ha dado en llamar la “Californicación” del mundo. La cultura norteamericana (especialmente la ropa y la música) es muy popular entre los adolescentes, pero también en la cultura pre-adolescente: películas, dibujos animados, juguetes. Este tipo de “colonización” aquí (todavía) no ha llegado tan lejos como en otros países, como Australia o Japón, y el hecho de que España tenga sus propias tradiciones ya profundamente arraigadas ayuda a minimizar el efecto de la Californicación. Aún así, la fuerza de esta corriente es tan intensa que causa un impacto apreciable en las actitudes y hábitos (incluidos los hábitos de compra) de los españoles jóvenes. La actual generación de jóvenes no son los primeros en mostrar interés y gusto por la cultura extranjera, pero aparentemente la influencia norteamericana ahora es más fuerte que nunca. Yo no quiero vivir en el estado número 51 de los Estados Unidos. Ellos tienen unos problemas sin los cuales en esta parte del globo nos va muy bien.
ASI QUE, ¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE ESPAÑA Y SUS PADRES E HIJOS?
· Comprender que puede que España no sea el paraíso completo para educar a los hijos, pero que tiene unas ventajas que claramente hacen de ella uno de los mejores lugares para vivir (¡y tener hijos! ¡y educarlos!)
· Admirar que en España, en general (como en otras sociedades mediterráneas), se tiene mucho afecto a los niños.
· Reconocer que hay mucho más que buen clima y atractivos naturales que lo convierten en un buen lugar para que prosperen padres e hijos.
· Tomar nota de las ventajas de comprar menos y pasar mucho más tiempo libre con nuestros hijos, una costumbre ya establecida en España.
· Maravillarnos de la confianza en sí mismos y (normalmente) buena educación de los niños españoles, especialmente los ya mayorcitos, para con otros jóvenes y los adultos en público.
· Ver cómo resiste aquí la unidad familiar (a pesar de que ahora hay más divorcios y serios problemas económicos)
· Darnos cuenta de que los padres creen que el sistema educativo de aquí tiene ciertas ventajas claras (aunque también tiene inconvenientes)
· Llegar a la conclusión de que, aunque España es un lugar relativamente seguro con (básicamente) actitudes y leyes progresistas, se pueden dar actitudes alarmantemente despreocupadas hacia ciertos aspectos de la seguridad infantil (aunque ya se están produciendo cambios a mejor tanto en hábitos como en leyes)
· Sopesar el hecho de que hay una tolerancia saludable hacia otras culturas con el problema de que, debido a actitudes racistas, el pluri-culturalismo auténtico no existe todavía.
· Observar con cierto grado de preocupación cómo España se está acercando a otros países por lo que respecta al problema del abuso del alcohol por parte de la juventud.
· Tener en cuenta que España por lo general tiene debates intelectuales abiertos; orgullo activo por sus ciudades; espacios públicos no comerciales estupendos y una buena cultura de la cocina, PERO que también tiene una tasa de desempleo muy alta, especialmente entre los más jóvenes; un sistema de cuidado de niños fragmentario; permisos por maternidad/paternidad sólo rozando la media y que está (como muchos otros lugares del mundo) abrazando la cultura norteamericana con demasiado entusiasmo.
¨ Este informe se basa en 820 entrevistas telefónicas a padres de alumnos de primaria y secundaria, la mayoría en escuelas públicas, aunque también quedaban representadas las privadas y las concertadas.
\ De manera significativa, la persona que llevó a este niño al hospital (a 45 kilómetros, en Barcelona) era casi un extraño para los padres del niño herido. Era un vecino nuestro, cuyo hijo está en la misma clase que mi hijo y que el niño accidentado, pero que no había conocido a los padres formalmente hasta esa noche. Fue con toda seguridad un acto de extrema generosidad ofrecerse a correr para asegurarse el tratamiento de un especialista para el ojo dañado del niño, ya que sus padres no podían conducir esa noche y él además sabía la manera más corta de llegar al hospital.
[4] K. Demyttenaere, et al., ‘Predominio, gravedad, y necesidad no cubierta de tratamiento de los transtornos mentales’ en la Organización Mundial de la Salud, encuestas sobre salud mental Journal of the American Medical Association, 291, 2004, p.2581-90